domingo, 10 de julio de 2011

Juventudes: una realidad tapada

Los cambios de paradigmas que se han ido sucediendo fundamentalmente en el posicionamiento y reconocimiento de las y los jóvenes como sujetos plenos de derechos merecen reflexiones sobre cómo se entiende la relación de las y los jóvenes (o juventudes) y los Derechos Humanos.

El mundo adulto en general, pero los medios de comunicación en particular, han laborado, construido, estipulado una imagen sobre las y los jóvenes que merece ser analizada en profundidad en tanto ha generado una estigmatización creciente de las juventudes.

Hoy en día, es normal escuchar o leer noticias del estilo “adolescente mata”, “16 años y 20 causas”, “el consumo de alcohol se duplicó en los jóvenes” o estadísticas que marcan “la cantidad de adolescentes que se detienen por día”, donde el acento está puesto en primer lugar en el rango etario. Es más, no recordamos haber leído o escuchado algún tipo de título o noticia que diga “varón adulto mata a mano armada”, o en el caso de las estadísticas pocas veces se aclara que el consumo de alcohol se incrementó en la sociedad en general.

Y ponemos énfasis en esto porque es conocido que el lenguaje no es inocente ya que va construyendo realidades o poniendo la mirada sólo sobre determinada parte de la realidad. Como diría el sociólogo y educador, Manuel Velandia, “El lenguaje genera mundos, es un motor de la acción humana; no existe en nuestro cerebro que es el que crea la realidad, de ahí la importancia de nombrar, de reconocer en el lenguaje”.

Y sí mencionamos el mundo adulto, podemos ver como la sociedad se sensibiliza rápidamente ante un niño, como se despiertan rápidamente sonrisas o tristezas; pero ni bien a ese niño se le agrava la vos, le crecen las extremidades y deja de consultar cada una de sus acciones nace automáticamente un potencial sujeto peligroso, alguien que rara vez merece contención o diálogo, pero si sentencia y castigo.

Es así como van surgiendo primero de forma difusa y luego decididamente diferentes pensamientos del mundo adulto: “son vagos”, “no se interesan en nada”, “están todo el día sentados en la esquina consumiendo alcohol”, “a su edad yo ya tenía una familia”, etc. Pareciera que en estos tiempos donde los adultos persiguen fervientemente la eterna juventud, la visión de la realidad que tienen las juventudes y la forma de transitar su vida no son aceptadas ni toleradas por el mundo adulto.

Estos estereotipos y la discriminación que producen, limitan el desarrollo integral de las y los jóvenes y su acceso a la plena ciudadanía. Este contexto sitúa al estado, en todos sus niveles (comunal, municipal, provincial y nacional) ante el desafío de diseñar y ejecutar acciones que se dirijan tanto a la restitución como a la promoción de los derechos de las y los jóvenes. Comprendiendo a la Juventud como una etapa plena de la vida, la cual ya no puede ser definida como un tiempo de formación y preparación para la edad adulta, ya que contiene elementos sustantivos que ofrecen posibilidades de ser, de pensar y de actuar propios y que permiten importantes grados de experimentación, creatividad, movilidad y participación.

En este marco conceptual, se hace imprescindible promover la construcción de ciudadanía a través de la participación activa tanto en la expresión de sus necesidades, como en la toma de decisiones y en el reconocimiento de la capacidad que poseen para ejercer sus derechos. Los horizontes conceptuales que buscan incluir cada vez más a las y los jóvenes en el ejercicio pleno de ciudadanía necesariamente deben tomar en cuenta la relación de las juventudes con sus respectivos entornos culturales, económicos, tecnológicos, educativos, lo que lleva a repensar las prácticas cotidianas que se plantean en la relación con los jóvenes.

Instalar la idea de la construcción cotidiana de derechos tiene que ver con el planteo de permanente movimiento que implica analizar, conocer, informar, difundir, promover, defender, generar y revisar lo que se denominan Derechos Humanos desde una perspectiva de movilización y participación de la juventud. Reconocemos que este movimiento de construcción se debe dar en ámbitos cotidianos (familia, escuelas, barrios, etc.), en ámbitos públicos, analizando situaciones cercanas y las que aparentemente están más lejanas incluyéndolos en proyectos grupales desde donde asumir la participación ciudadana. Abordar los Derechos Humanos desde una perspectiva más cercana implica no sólo declararlos, sino también aportar a transformar y cambiar los aspectos donde los derechos de las y los jóvenes se ven vulnerados.

Entender a las juventudes, entonces, desde una perspectiva de derechos es tener una mirada amplia sobre la heterogeneidad actual. Desde allí la construcción de ciudadanía se apoya en el conjunto de prácticas que se definen en términos de participación activa, transformadora y que está acompañada de una visión de respeto por la legalidad y legitimidad en cuanto a la posesión de derechos y de las políticas que garanticen esta accesibilidad.

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