martes, 14 de diciembre de 2010

¿La vida no vale nada?

La mayor cantidad de divisas que entran al país son las originadas por la exportación de la soja y sus derivados. El gran problema es que la mayoría de ese dinero que en un puñado de multinacionales y, otro tanto para los grandes productores argentinos. Un modelo de desarrollo impuesto desde afuera y que poco tiene que ver con las necesidades internas. Tanto es así que la imagen de la pampa en la que pastorean las vacas o las ovejas ya forman parte de un pasado melancólico. De allí que muchos eligen las islas del delta del Paraná para inventar una nueva pampa arrasando mediante el fuego toda la vegetación originaria. La industrialización de la soja avanza y se lleva puesta la vieja llanura y la biodiversidad que alguna vez caracterizara a la Argentina.

Pero no solamente se lleva puesta la naturaleza, sino también la vida de las y los trabajadores.

Alguna vez se ha comentado el efecto de los plaguicidas sobre los chicos banderas, aquellas y aquellos pibes que usaban sus cuerpos como señaladores para que los aviones rociaran el campo con productos químicos altamente tóxicos. Vidas rematas por centavos en el altar del dios de la rentabilidad sojera.

Ahora también aparecen otros cuerpos estragados: los cuerpos de los camioneros, los que supuestamente están defendidos por el gremio más poderoso del país, corazón de la vieja CGT.

Pero no hay palabras de los líderes obreros tradicionales y muy afines al Gobierno Nacional con respecto a los camioneros que mueren por efecto de la intoxicación luego de usar al propio vehículo como silo adelante.

Las noticias aparecen en las secciones policiales de la provincias de también en el país y Santa Fe en la cual están asentadas gran parte de las compañías internacionales.

Dice la información que “un camionero que transportaba soja murió (en estos últimos días), y una cantidad no precisa de estos trabajadores habría fallecido en los últimos años por intoxicación con pesticidas”, según denuncias de la Federación de Transportadores Rurales Argentinas y de entidades ambientalistas. Las muertes se habrían producido porque, para abaratar costos, en vez de bajar la carga para fumigarla, se aplica el tóxico en el interior del camión. “La Federación responsabiliza a las firmas exportadoras, entre ellas Cargil, Louis Dreyfus, Bunge & Born, Nidera, Toepfer y Termina 6. El representante de una identidad ambiental agregó que el procedimiento de echar el tóxico adentro del camión es de uso generalizado en puertos de exportación, incuso en Quequén y Bahía Blanca” sostienen los medios de comunicación.

La vida de los camioneros no vale nada para las multinacionales, y por lo visto para sindicatos como la CGT tampoco.

Para estas corporaciones y empresarios, lo único que tiene valor es la soja y sus derivados.

Cargil, por ejemplo, facturó durante 2008 19.700 millones de pesos; es decir, 39 mil pesos cada setenta segundos. Bunge, más de 18 mil pesos por minuto; Dreyfus también; la Aceitera General Deheza más de 16 mil pesos facturados cada sesenta segundos y Noble más de 5.600 pesos por minuto.

Ese es el valor ante el cual la vida de un camionero o cualquiera de sus trabajadores no vale nada.

En el altar de la soja, son inmolados los viejos campos ubérrimos y las vidas de las y los trabajadores, tanto chicos como grandes.

Todo sea por la balanza de pagos, la seguridad jurídica, la inserción argentina en el mundo, las inversiones y demás mentiras que solamente garantizan la impunidad del dinero para mantener un sistema económico que está llegando a su fin. Del otro lado, la vida de las mayorías que, como siempre, esperan una nueva oportunidad de respeto en estos arrabales del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario