El Ángel, como lo apodaban a Astiz, no va a poder andar más suelto por las calles de nuestro país, hecho que nos llena de orgullo, como al igual que sus 11 compañeros que torturaron a 5 mil personas en aquel centro clandestino, de las cuales solo 100 salieron con vida. Así funcionó la maquinaria criminal del terrorismo de estado.
Astiz era el Teniente de Fragata durante la última dictadura y era uno de los que manejaba el centro de torturas de la ESMA, pero todo no se queda ahí. Un 8 de Diciembre, el “Ángel de la muerte” disfrazado de cordero, fingiendo que tenía un hermano desaparecido e infiltrado con el nombre de Gustavo Niño, tomó el camino de Judas y marcó con un beso a la monja francesa Alice Domon para que la secuestraran junto a 7 personas más. Entre ellas estaba Azucena Villaflor, la madre que supo parir a todas las Madres de Plaza de Mayo. En el colmo del cinismo, los militares dijeron que se las llevaban por un tema de drogas.
La justicia ya le había llegado en París, donde los franceses no olvidaron y lo juzgaron con posterior condena a cadena perpetua, a pesar de su cobarde ausencia en los juzgados. En Suecia también pasó lo mismo. Las madres, por el contrario, se convirtieron en una bandera ética para el mundo civilizado porque jamás intentaron ejercer la justicia por mano propia. Solo pedían juicio, castigo y condena a los culpables. No querían impunidad. Y finalmente, después de mucho batallar, ayer lo lograron.
Este miércoles 26 es un día más para recordar, el Tribunal Oral Federal 5 condenó a Astiz y otros 11 genocidas a penas de prisión perpetua. Se hace imprescindible levantar las banderas de los DDHH, contra los crímenes de lesa humanidad, para que podamos escribir en la historia que “Nunca Más” queremos el terrorismo de Estado. Este miércoles pasado Astiz, cruzado por una mueca sobradora, tuvo tiempo para una provocación final: se colocó una escarapela argentina en su solapa. Nada podrá limpiar su conciencia sucia. Nada podrá dañar la emoción de haber derrotado a la impunidad. El ángel de la muerte irá a la cárcel para toda la vida. Y como dice esa famosa canción de León Gieco “todo está guardado en la memoria”.